Olhares Contemporâneos, anécdotas

hope

Hope, acrílico y pastel sobre lienzo, 120 x 120 cm.

La semana pasada tuvimos el Encuentro con artistas, con motivo de la exposición Olhares Contemporáneos. Intercambio de tarjetas, de experiencias, preguntas van y respuestas vienen…Todo iba bien, hasta que empecé a hablar de mi trabajo y de cómo me convertí en artista…

Hace unos 12 años atrás, yo vivía en la ciudad de México, una ciudad maravillosa, llena de colores y de arte por donde la mires, llena también de caos y de todos los males de una gran ciudad. Me había mudado con mucha ilusión, dejando mi Lima, mi Perú, mis amigos, mi familia, mi trabajo, mis experiencias, mis historias, las buenas y las malas…en pocas palabras, mi vida, pero entonces no lo sabía.

No sabía que ese dejarlo todo para comenzar algo nuevo no era tan simple. No sabía que me tocaría tan hondo en todos los sentidos de mi vida.

Tras renunciar a mi trabajo en una importante agencia de publicidad, no sabía qué hacer, la verdad estaba un poco perdida y se me ocurrió meterme en clases de arte. Hacía mucho que yo andaba en una búsqueda interna…tenía la certeza de que tenía algo dentro que debía compartir con el mundo, pero no sabía qué era. Sentía que no tenía ningún talento, lo había olvidado todo, sólo sabía ser publicista. Esa sensación se había convertido ya en una ansiedad que crecía día con día.

Mi mamá siempre pintó. La casa donde crecí en Lima, está llena de sus cuadros, y ahora también de los míos jajaj, pero yo nunca me interesé en se tema. Crecí entre pinceles, potes de tinta, telas y caballetes, pero era algo que no pertenecía a mi universo, por lo menos no hasta entonces.

Retomando, entré en un curso de pintura con un muralista de México, Ismael Ramos y enfrenté mi primera tela. Compré una grande, 160 x 60 cm, se salía por la ventana del auto. Me acuerdo que tenía miedo de todo, de cómo agarrar el lápiz, de qué dibujar, de qué decir,  hasta que empecé a pintarla y entonces, el tiempo desapareció.

Mi primer cuadro se llamó Renacer y fue justamente lo que me ocurrió. Un renacer como persona, un encuentro con mi propio yo, una nueva forma de sentir la vida, tan verdadera y tan mía.

Volviendo al encuentro con los artistas, al comenzar a hablar, me sentí invadida, envuelta por una emoción profunda. Tuve que parar para no llorar, tomar un poco de agua y respirar…De nada me sirvieron mis años de publicista, presentando una y mil veces en diferentes foros… Hice un papelón jajaj, pero un papelón honesto, sincero, verdadero.

Aquella vez en México, descubrí, mientras pintaba, que tenía un universo infinito dentro de mí y hoy, recapitulando, no me puede hacer más sentido.

Mi pintura es así. Ese día del encuentro, me preguntaban cómo era mi proceso y yo contaba que mi proceso comienza con un color o con una forma, pero que se va construyendo a medida que la obra avanza. Es un proceso espontáneo, una conversación en silencio entre el artista y la tela, un intercambio de ideas, de palabras, de historias… Y al final, la más sorprendida siempre soy yo.

Me gusta esa sensación, me gusta ser sorprendida por mi arte, porque entonces sé que está listo y más que eso, que está lleno de vida.